Qué 200 años no son nada

En contraste con la rica descripcion que hacen las mujeres agraviadas (en ausencia, familiares y defensores) acerca de la relacion que viven con sus parejas, la autora siente incomodidad con la laconica intervencion de los varones en los alegatos vertidos en la Real Audiencia. Sorprendida, le indica al lector las posiciones por las que el varon transita ante la autoridad: de la justificacion del asesinato, de los golpes o de los malos tratos, pasa a otra en que se reconoce el “exceso” cometido y terminancon la solicitud del perdon.Sin lugar a dudas la autoridad representada por figuras patriarcales, protectorasde las mujeres desvalidas, logran en la mayoria de los casos amedrentar a los varones y hacerles sentir que pueden ser sometidos a trabajos comunitarios, pagar con carcel o destierro. El juego entre los generos es cumplir y hacer cumplir, en la medida de lo posible, las responsabilidades que a cada cual le corresponden y mantener el status quo.