Discurso pronunciado en Aranjuez el 23 de noviembre de 1913

2013 
Queridos companeros: Gracias cordialisimas a todos; gracias por siempre y para siempre. Hay tanta inmodestia en no aceptar tercamente un honor como en prodigarse persiguiendolo. Se ha dicho que rehusar el elogio es deseo de ser dos veces loado; puesto que a la negativa del elogio, por nuestra parte, ha de corresponder cortesmente la reiteracion de la loanza por parte del elogiador. Una consideracion capital se ha impuesto a mi espiritu cuando surgio la idea de este acto: la consideracion —que estaba en el ambiente— de que se trataba, mas que de celebrar una persona, de reiterar y afirmar una tendencia. Afirmar, reiterar, corroborar, renovar una tendencia, haciendo una publica manifestacion de solidaridad, de hermandad espiritual, de fraternal companerismo. Lo que nos une aqui son ideas, sentimientos y anhelos que todos llevamos en nuestro espiritu y por los que todos suspiramos. No se trata de jovenes o viejos, ni de tradicionalistas o revolucionarios en literatura. De viejos y de jovenes no se puede hablar mirando a la edad; maestro de algunos de los que nos encontramos aqui fue D. Francisco Pi y Margall, y Pi y Margall, que murio en la senectud, acabo su vida en una esplendorosa lozania de corazon y de intelecto. Jovenes hay que son decrepitos; viejos hay que pueden dar lecciones de entusiasmo y de optimismo a los jovenes. (...)
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